viernes, 3 de julio de 2015

El baile.

Me he dado cuenta de que la vida es como un baile cargado de emociones; de miedos, por temor a pisar a la otra persona, de sonrisas furtivas entre pasos y sobre todo de pasión en las miradas.

Al igual que en un baile, tienes a tu alrededor a gente que sigue tus pasos, otros que se tropiezan contigo y otros que bailan junto a ti. Es entonces cuando tus movimientos se armonizan con los de tu pareja. En este momento estais ante dos tesituras: la primera es que creéis un baile tan perfecto que no quieras bailar con nadie más, corriendo el riesgo de perder tus propios pasos para adaptarte a los suyos. La segunda es que aunque lo intentéis, no seáis capaces de evitar pisaros, por lo que no os queda más remedio que separaros y evitar seguir haciéndoos daño.

Habiendo dicho esto, saliendo ya de la bonita comparación de la vida como un baile, quiero deciros una cosa. Las personas vienen y van. Entran en tu vida con la fuerza de un fusil y te desordenan todo, para luego marcharse y cerrar la puerta para siempre, o bien van abriendo poco a poco la puerta y te piden permiso desde el umbral para entrar. En ambos casos, son individuos que buscan en otros aquello que más añoran: el amor.

Lo que quiero decir es que hay gente que te marcará de por vida, que será difícil olvidar o que quizá nunca lo hagas. Quizá si te la vuelves a encontrar todos los sentimientos choquen contra tí de golpe y vuelvas a sentir. Otras muchas personas las olvidarás y otras no te olvidarán a ti.

No intentes amarrarte a una historia acabada, o peor aún, nunca empezada. No busques a tu príncipe azul, porque quizá sea morado o rosa. No tengas expectativas. Déjate querer y déjate enamorar, pero nunca intentes forzar a otra persona a enamorarse de ti, por mucho que tú sientas que estáis destinados.

Gracias por leerme

No hay comentarios:

Publicar un comentario