sábado, 31 de octubre de 2015

Él.


-Quiero verte -susurró por el micrófono del teléfono.

Su interlocutor colgó inmediatamente después. Sin emitir ningún sonido, sin dar ninguna respuesta. El primero quedó enganchado al intermitente pitido del contestador. Sin saber qué hacer. Teniendo miedo incluso de respirar. 

-¿Quién era, mi amor? -preguntó una joven rubia, abrazándole por la espalda.
-Era él -tragó saliva- ha dicho que quiere verme.

La rubia se separó de él, asustada. Le temblaba la voz, pero aún así consiguió preguntar:
-¿Y tú?
-Yo, ¿qué?
-¿Quieres verle?

Pensó la respuesta antes de hablar.
-Creo que sí. Al igual que lees la segunda parte de una historia que creías acabada, sí. Es simple curiosidad. 

-La curiosidad mató al gato. 

-Tú y tus refranes -rió. A ella se le suavizó el rostro. Aquella expresión de preocupación parecía haberse esfumado. Momentáneamente, al menos. 

Aprovechó para acercarse a ella y besarle.

-Tú eres a quien quiero.

-Ahora.

-¿No te parece suficiente?

-No lo sé -sus ojos reflejaban una punzada de preocupación.

Se separaron. Cada uno en un rincón de la sala.

-No te preocupes, mi amor -abrió la puerta- volveré pronto.

Dicho esto, cerró. Dejándola sola en aquella habitación fría sin su calor.


Caminaba rápido por la calle, evitando mirar a nadie, pero sin poder evitar ser mirado. Sin duda llamaba la atención. Muchas mujeres, y hombres, se giraban para seguir observándole mientras caminaba. Le ponían enfermo. ¿Qué pensaban que conseguirían con sólo una mirada? De él, nada.

Llegó al piso. Aquel cubículo de tan pocos metros cuadrados en los que había vivido una de las historias de amor más bonitas de toda su vida. Llamó al timbre. Y más dolorosas. Suspiró, alejando todos los recuerdos. Pero duró poco. Nada más verle, volvieron otra vez a su memoria.

Se miraron. Cuánto tiempo había pasado.
Silencio.
Ni una palabra.
Él le miraba triste.
Él...
Nada.
No sentía nada.
Se empezó a reír.
No sentía nada. Volver a verle no le causaba las mismas sensaciones que anteriormente.
Qué ironía.
La risa se convirtió en llanto y corrió a refugiarse en los brazos de su antiguo amante.

-No sientes nada por mí, ¿verdad? -le intentaba consolar- Por eso lloras -El otro ni siquiera intentó contestar. Siguió llorando en su hombro. Agarrándose fuerte a él- Es triste, lo sé.

-¿Por qué querías verme?

-Para que me olvides de una vez y seas feliz con tu pareja.

-No puedo olvidarte. Nunca volveré a amar de la misma forma.

-Debes hacerlo porque... está embarazada.

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