miércoles, 25 de mayo de 2016

No se qué decir.


No se qué decir.

Mi frase más repetida cuando se trata de ti. Estoy tan perdida que nunca me salen las palabras. Sólo un silencio atroz, que me hierve la sangre y me pone la piel de gallina. ¿Por qué será que le tenemos miedo a los silencios?

Yo no sabía que se pudiera echar tanto de menos. Que pudiera extrañar tanto tu roce como ver el mar. O que pudiera necesitar tus besos, tu lengua recorriendo mi cuerpo, tanto como necesito respirar.

Y, sin embargo, ahí está la duda, expectante y preparada para atacarme en cualquier momento de debilidad. ¿Debo creerte? ¿No presionarte y dejar que seas tú quien me lo cuente poco a poco? Si tampoco hay ninguna prisa, mi amor... Creo.

Dios... Ya no sé si soy yo misma quien está escribiendo estas palabras ahora o es ella, la duda, la que se apodera de mí por las noches, cuando más te echo de menos, cuando más débil soy y no tengo armas con las que defenderme. Soy débil porque vivo de tu recuerdo y me persiguen los remordimientos. Aquellos que intento alejar pisando con tacones.

Soy una mujer. O estoy en proceso, al menos. Mierda...

No se qué decir.

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