viernes, 29 de mayo de 2015

La ventana.

Esa ventana
era su única escapatoria
la miraba por la mañana
y cada segundo
quedaba grabado
en su memoria.

Los pájaros la veían,
triste y abandonada,
en aquel rincón oscuro
tras aquella ventana.

Su cuerpo pedía salir.
Su cuerpo pedía sentir,
gritar, llorar y reír
como nunca antes lo había hecho.

Sin embargo quería morir
agotada, intranquila,
sentía que su vida
se escapaba entre sus años de juventud.

Lloraba nerviosa
tras el cristal de la ventana
quería que alguien
se acercara y la salvara.

Un día decidió escapar.
A pesar de todas las trampas,
consiguió salir de aquel horrible lugar.
Y vio el mundo,
por primera vez,
sin estar tras esa ventana.

Qué repulsivo y tétrico mundo,
el de ahí fuera.
Sus habitantes pasean moribundos
enganchados a la comodidad de la rutina.
Viendo pasar la vida,
sin que nada les llame la atención.

Ni siquiera la vieron pasar a ella
Ni siquiera vieron a la joven que,
alucinada,
pasaba entre ellos
con miedo a tocarles
por si se disolvían.
Parecían hechos de polvo.
Grises y sin brillo.
Tristes y sin juicio.

Decidió, pues,
volver a su ventana,
aquel lugar que le hacía
percibir el mundo triste y dolorido
con más color y alegría.


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